La intimidad es más que unos cuantos orgasmos sobre unas sábanas al caer la noche, eso lo aprendí de ti.
Es el café en las mañanas, son los viernes de películas y uno que otro mal chiste.
Son las citas improvisadas y las caricias antes de dormir.
Son los abrazos fuertes cuando te vas y los aún más intensos cuando regresas.
Sí, la intimidad es más que piel y gemidos… es la complicidad entre dos corazones que se muestran sin tabú alguno en un intento genuino de volver el amor algo eterno.
Es abandonar el miedo a mostrarnos vulnerables en favor del despertar de una conexión intangible y la vez tan intensa.
La intimidad está en ese instante en que el silencio nos acompaña mientras nos miramos sin soltar una sola palabra hasta que alguno corrompe la calma con una sonrisa.
Está en los pequeños detalles que se vuelven auténticos generadores de paz, esos que a veces resultan tan sutiles como un beso tímido al despertar o “te amo” al caer la noche.
Sí, la intimidad es más que pasión descontrolada… es la calma sublime que sentimos cuando la tormenta de placeres se disipa y nos rendimos ante el calor de un abrazo casi eterno.
Cuando se llega al momento en que las palabras no pueden plasmar lo que el calor humano intenta sentir.
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