miércoles, 25 de febrero de 2009

Febrero. Mi Gades. Mi Carnaval.

Un año más...
El genio escribe y yo le doy su sitio en mi Sur.
Me parece francamente, magistral, escribirle a la muerte como él le ha escrito.





La muerte es una playa con cara de pena,
desnuda bajo el cielo bailando encendida.
La muerte es una lluvia que cae hacia arriba
y con su pelo largo y su espalda morena,
llevamos esperándola toda la vida.

La muerte es la mejor despedida del hombre.
No reconoce géneros, patrias ni edades.
Cuando estás como vivo se espera y se esconde
y pasa con nosotros cien mil navidades.

La muerte vive en la calle de al lado,
a la derecha del bar.
Es familia de la sangre roja, dolor y esqueleto.
La muerte compra en el supermercado
vino y rosas para merendar.
Yo, desnudo, siempre la saludo y le guardo un respeto.

La muerte un día se metió en mi cama
y con su espalda morena y su cara de pena
me puso la mano en mi lado más sano y le dije que sí,
pero como una fulana se fue de mi cama y me dijo:
“cabrón, tu todavía no, te ha tocado vivir”.

Su risa era como el viento de levante
tan divina y tan humana que era igual que una obra de arte.
Y como pude yo le susurré al oído:
“si algun día tú te aburres pues ya sabes donde vivo”.

Y al final como si fuera una dama decente
me puso el pan caliente pa desayunar,
nunca olvidaré la suerte de cuando la muerte
me vino a encontrar.

Con la brocha en la pared me pintó: “centinela,
que cuando te toque a tí yo te vengo a buscar,
y te voy a llevar al ladito de los míos,
tu amigo, tu tío, tu hermano y tu abuela”.

martes, 24 de febrero de 2009

Siempre él.


El día se me pasa volando.
Cuando quiero darme cuenta, son las nueve de la noche y es cuando realmente comienza mi diario.
Llegar a casa, la ducha, la cena, la ropa... la rutina.Me gusta la rutina. Mi rutina...y él.
A veces lo cotidiano y rutinario se convierte en algo extraordinario y ansiado.
La llegada a casa con cansancio de un día agotador de trabajo, es la mejor recompensa, por mucho que forme parte de algo repetitivo...me agrada.Me espera él.
La sonrisa de mi hijo, su abrazo y su conversación.
Con el paso del tiempo aprecio y me doy cuenta de que se hace adolescente, con mil preguntas sin respuestas o con ellas, según convenga...
Su conversación me atrapa.
Comparto con él tantísimas cosas...la relajación después de la cena, nuestra complicidad, sus inquietudes, mis miedos...
Somos uno. Lo fuimos desde el momento en el que lo sentí en mi ser, lo hemos sido en ocasiones necesarias y que no lo fueran tanto...siempre hemos sido uno.
Lo amo tanto, que mis miedos se transforman en temores con fundamento cuando nuestras charlas envueltas en sonrisas, hacen que la vida se vea siempre de un color maravilloso.
Me atrapa mi rutina, mi dependencia, mi amor por él me ciega. Y eso es algo que me apasiona.

Es cierto. Tengo pasión por mi hijo.

Me enorgullece ver su compartamiento a veces tan correcto, otras veces que no lo es tanto, pero aprende con inteligencia de sus errores.
Se hace mayor.
Ha sido el primero que me ha comprendido y me ha apoyado en mi nueva etapa.
Se interesa por el transcurrir de mi diario en la clínica, se preocupa por mi estado de ánimo... es maduro y casi roza los doce.
En ocasiones me comenta que necesito compañía.Que quiere que un hombre ocupe parte de mi corazón. Reimos....y pienso.
Me lo cuestiono tan solo cuando el hace referencia al tema...pero de momento él, es dueño de mi vida y es al único que rindo cuentas, porque me encanta que así sea y porque es él y sólo él, el que de momento me acompaña.

Siempre él.